14 may 2009

Poemas

El perro cojo
Manuel Benítez Carrasco

La pata coja colgando, como una inútil piltrafa, pasó el perro por mi lado.
Un perro de pobre casta, uno de esos, callejero, pobre de sangre y de estampa, nacen en cualquier rincón de perras tristes y flacas, destinados a comer basura de plaza en plaza. Si pequeños por el qué, fino y ágil de la infancia, baloncitos de peluche, tibios borlones de lana los miman, los acurrucan, los sacan al sol, les cantan ... de mayores, por el qué conque se les fue la gracia, los dejan a su ventura, mendigos de casa en casa, sus hambres por los rincones y su sed sobre las charcas...
¡Y que tristes ojos tienen! , ¡Qué recóndita mirada!, como si en ella pusieran su dolor a media asta ... y se mueren, de tristeza, a la sombra de una tapia si es que un lazo no les da una muerte anticipada.
Yo lo llamo: - ven, no te hago nada - todo hociquito curioso, toda sed, hambre, nostalgia. Un perro si se le llama, huele la voz esperando, pan, caricias o pedradas, no en vano lleva marcado un mal recuerdo en su pata.
Lo vuelvo a llamar ... , dócil a medias, avanza, moviendo el rabo con miedo y atrás las orejas gachas ... Chasco los dedos le digo - ven aquí, no te hago nada ,vamos , vamos, ven aquí - ... y ¡adiós a la desconfianza!, que ya se tiende a mis pies, a tiernos aullidos habla, ladra , para hablar más fuerte, salta, gira, gira, salta, lloran, ríen, ríen lloran, lengua, orejas, ojos, patas y el rabo es un incansable abanico de palabras ... Es su alegría tan grande que estoy seguro que canta
Alguien le ha dicho - ven aquí, no te hago nada. Y le nacen de alegría aullidos como palabras. Sólo su patita coja, no puede decirme nada - ¿ que piedra te dejó cojo?, si, si ¡malhaya, malhaya! ... el perro me entiende, sabe que estoy maldiciendo la pedrada, esa pedrada dura que le destrozó la pata y con el rabo me está agradeciendo la lástima.
- Pero tú no te preocupes , ya no te faltará nada, yo también soy callejero, bien que de distintas plazas y a patita coja y triste, voy de jornada en jornada, las piedras que me tiraron, me dejaron coja el alma entre basuras de tierra tengo mi pan y mi almohada ... Vamos pues perrito mío, vamos ¡anda que te anda!, con nuestra cojera a cuestas con nuestra tristeza en andas; yo por mis calles oscuras, tú por tus calles calladas, tú la pedrada en el cuerpo, yo la pedrada, en el alma ... y cuando mueras amigo, yo te enterraré en mi casa, bajo un letrero que diga: - aquí yace, un amigo de mi infancia - Y en el cielo de los perros, pan tierno y carne mechada, te regalará San Roque, una muleta de plata - ...
Compañero, si los hay, amigo, dónde los haya, mi perro y yo por la vida, pan pobre, rica compaña.
Era joven y era viejo, por más que yo lo cuidaba, el tiempo malo pasado lo dejó medio sin alma, fueron muchas hambres juntas, mucho peso para sus tres patas.
Y una mañana, en el huerto, debajo de mi ventana, lo encontré, tendido, frío, como una piedra mojada ... Como un duro musgo, el pelo con el rocío brillaba. Ya estaba mi pobre perro muerto de las cuatro patas. Hacia el cielo de los perros, se fue, anda que te anda, las orejas de relente y el hociquito de escarcha ...
Portero y dueño del cielo, San Roque en la puerta estaba, ortopédico de mimos, cirujano de palabras, bien surtido de recambios con que curar viejas taras: - Para ti tu rabo de oro, para ti un ojo de ámbar, tú tus orejas de nieve, tú, tus colmillos de escarcha, tú ... - y mi perro le reía - , tú, ... ¡tu muleta de plata! ...
Ahora ya sé, por que está la noche agujereada, ¿estrellas? , ¿luceros? ¡ No ! es mi perro que cuando anda, con la muleta va haciendo, agujeritos de plata ...
Poema El Perro Vagabundo de Carlos Pezoa Veliz

Flaco, lanudo y sucio. Con febrilesansias roe y escarba la basura;a pesar de sus años juveniles,despide cierto olor a sepultura.
Cruza siguiendo interminables viajeslos paseos, las plazas y las ferias;cruza como una sombra los parajes,recitando un poema de miserias.
Es una larga historia de perezas,días sin pan y noches sin guarida.Hay aglomeraciones de tristezasen sus ojos vidriosos y sin vida.
Y otra visión al pobre no se ofreceque la que suelen ver sus ojos zarcos;la estrella compasiva que apareceen la luz miserable de los charcos.
Cuando a roer mendrugos corrompidosasoma su miseria, por las casas,escapa con sus lúgubres aullidosentre una doble fila de amenazas.
Allá va. Lleva encima algo de abyecto.Le persigue de insectos un enjambre,y va su pobre y repugnante aspectocantando triste la canción del hambre.
Es frase de dolor. Es una quejalanzada ha tiempo, pero ya perdida;es un día de otoño que se alejaentre la primavera de la vida.
Lleva en su mal la pesadez del plomo.Nunca la caridad le fue propicia;no ha sentido jamás sobre su lomola suave sensación de una caricia.
Mustio y cansado, sin saber su anhelo,suele cortar el impensado viajey huir despavorido cuando al suelocaen las hojas secas del ramaje.
Cerca de los lugares donde hay fiestassuele robar un hueso a otros lebreles,y gruñir sordamente una protestacuando pasa un bull-dog con cascabeles.
En las calles que cruza a paso lento,buscan sus ojos sin fulgor ni brilloel rastro de un mendigo macilentoa quien piensa servir de lazarillo.

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